Un tenedor responde a una necesidad humana universal, la de comer sin mancharnos las manos. Pero no es un objeto universal, puesto que en un tiempo pasado y también actualmente, otras culturas no lo utilizan.
He elegido este utensilio, porque aunque parezca mentira, para mí un tenedor significa “empatía”. Desde pequeña me enseñaron a manejar este cubierto, me decían que comer con las manos era de mala educación. Sin embargo, en un viaje fotográfico que hice a Marruecos hace unos años, convivimos con unos autóctonos de la zona, con el fin de empaparnos de su cultura. A la hora de la comida, por educación, nos ponían cubiertos, pero ellos comían con las manos. Para mimetizarnos decidimos comer de la misma manera, no sin antes preguntarles el por qué de esta costumbre. Nos explicaron que así disfrutaban la comida más intensamente, mediante el tacto sabían su textura y temperatura. Además, piensan que el metal interfiere en el sabor. Esta explicación me pareció muy lógica y cambió mi manera de pensar. Me resultó un ejercicio de empatía, al entender esta costumbre desde dentro de su cultura.
Entonces podemos decir que un tenedor tiene una dimensión cultural, ya que depende del contexto sociocultural donde estemos. En los países árabes, en India, China, el Sudeste Asiático y las naciones subsaharianas no se hace uso del tenedor.
Depende también de un contexto histórico. Indagando en su historia, el tenedor fue el último cubierto que se introdujo, anteriormente se usaban cucharas, cuchillos y las manos. Fue a finales del siglo XI cuando la princesa bizantina Teodora Ana Ducaina, no quería comer con las manos y le fabricaron un pincho de oro con dos púas. Pero no fue hasta el siglo XVI, cuando Catalina de Médici lo presentó en la corte francesa y se empezó a considerar signo de distinción entre las clases más altas. Su popularización a las demás clases llegó en el siglo XVIII. Resulta curioso pensar que durante este proceso, el mismísimo Leonardo Da Vinci lo rediseñó y le puso 3 púas para facilitar la comida de espaguetis.
A lo largo de esta historia ha ido cambiando su función simbólica. Desde el punto de vista religioso, para el catolicismo era considerado un símbolo diabólico, al tener forma de tridente se relacionaba con el demonio. En el hinduismo, es el arma arrojadiza del dios Shiva.
También tiene referentes mitológicos, como dice Sheldom Couper en Big Ban Theory: “Tres puntas no es un tenedor, tres puntas es un tridente. Con los tenedores se come, con los tridentes se reina en los siete mares”, haciendo alusión al dios romano Neptuno o a Poseidón en la mitología griega, los cuales reinaban los mares con un gran tridente que les daba poder para agitar o calmar las aguas.
En la actualidad, hace referencia a la cocina y puede tener otros significados. Por ejemplo sirve como clasificación para los restaurantes, siendo los de 5 tenedores de gran lujo. Además tiene su propio lenguaje protocolario, el lenguaje universal de los cubiertos. Aunque su función principal es la de comer, la Sirenita lo usaba como peine o también puede ser considerado un arma peligrosa, de hecho se han cometido agresiones con tenedores.
Su material es importante y puede definir su objetivo, ya que un tenedor de madera está destinado a cocinar, mientras uno de metal a comer. También define el estatus social, evidentemente no es lo mismo tenerlos de metal a tenerlos de plata u oro. Por otro lado, su tamaño puede indicar una función, por ejemplo un tenedor pequeño es para el postre, mientras uno de mayor tamaño puede estar destinado a trinchar la carne o a servir la ensalada.
Como con todo objeto, las personas pueden generar vínculos afectivos con un tenedor. Así como a mí me recuerda aquel viaje a Marruecos y la empatía que sentí, para otra persona puede ser algo entrañable por ser una reliquia familiar, sin embargo para otra que haya sido agredida con un tenedor tendrá connotaciones negativas.
La relación entre antropología y diseño queda clara con este análisis, la antropología condiciona el diseño. Pensemos en el diseño de aquellos tenedores de oro y de dos púas usados en la corte francesa y los que compramos hoy en día en el Ikea, o que si comemos en un restaurante chino nos pondrán dos palillos. Cada diseño corresponde a una cultura y a un tiempo determinado, así pues, los objetos son cultura.
BIBLIOGRAFÍA/WEBGRAFÍA
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